miércoles, 19 de junio de 2024

LA CORAL CAMBIA DE RUMBO



UN PIANO EN EL ARRABAL

Este pretende ser el relato, probablemente apasionado, de un sueño musical que, nacido con afanes pastorales y madurado entre glorias y pesares, ha convertido su realidad en motivo de orgullo para un barrio burgalés cargado de solera, dignidad e historia. La Coral de Cámara «San Esteban», próximos a cumplirse los treinta años de su existencia como grupo dedicado a la divulgación de la música del Renacimiento, ha paseado dentro y fuera de España el topónimo de sus orígenes con el orgullo que caracteriza a sus pobladores. Y lo ha hecho con la castellana mesura de sus moradores y el inquieto fervor de quien ama la música como a privilegiado don de la naturaleza humana.

Corría el año 1972 en la parroquia del barrio. A la sazón, proseguía ésta sus alientos restauradores de la mano de dos hombres de iglesia —D. Rodrigo Aguilera y D. Jesús López Sobrino— ahítos ambos de entusiasmo pastoral e inquietudes artísticas. No en vano el abandono secular de siglos en que estaba sumido el templo de San Esteban —el más antiguo de los templos parroquiales burgaleses— inquietaba sus ánimos, apenados de contemplar tanta incuria:  escribía dolorido don Jesús en una de sus celebradas «balconadas» que a través de la extinta Hoja del Lunes ofrecía cada semana a la ciudad.         Pero aun siendo apremiante la tarea de ponerse a recuperar tamaño tesoro, la de atender a las necesidades espirituales de las gentes del barrio seguía siendo la prioridad de su ministerio. Y con las necesidades del espíritu, las culturales. Y entre estas últimas el coro parroquial, en aquel entonces integrado por un esforzado grupo de muchachas del barrio, necesitadas de una mano rectora que encauzara adecuadamente los innegables valores musicales de que estaban dotadas. Y la Providencia dispuso que un joven, —Juanito, apenas salido de la adolescencia— retornara al hogar familiar en El Arrabal después de algunos años de internado alejado de los suyos. Llegaba ya embarcado en las aficiones musicales y sólo precisaba de manos cualificadas que orientaran sus manifiestas condiciones para la dirección coral. Con estas premisas, y simultaneada con los estudios en la Escuela Universitaria del Profesorado de EGB, se incorporó al proyecto parroquial y dedicó gran parte de su legítimo tiempo de asueto a la propia formación musical en el Conservatorio. Como consecuencia, un buen día, en la atalaya burgalesa del Arrabal comenzaron a sonar, primero vacilantes y enseguida firmes y decidas, las notas de un piano que desgranaba estudios, sonatas, suites y toda suerte de melodías prometedoras cuyos ecos auguraban un brillante porvenir para la iniciativa que nos ocupa.

Y lo que parecía despropósito en el lugar, para quienes juzgan apresuradamente colectivos y conductas, se convirtió en el origen de una agrupación coral que puede hoy mostrar con orgullo el reconocimiento de propios y extraños a su labor divulgadora de la música coral en general y del Renacimiento, preferentemente, en términos de exquisita e indiscutible calidad como se pretende constatar en el presente trabajo.

Iniciados los primeros ensayos, al reducido grupo de coralistas femeninas pronto se unieron voces varoniles que añadieron entusiasmo al entusiasmo y conformaron el grupo que, con el nombre de su parroquia y barrio, mostraría su bien hacer en adelante.

Si los éxitos son el mejor incentivo para estimular cualquier digna trayectoria humana, el primero de ellos le llegó a la Coral de Cámara «San Esteban» con la obtención de un preciado galardón. El 24 de junio de 1973 se celebraba en el Teatro «Avenida» de Burgos el ii festival de la canción religiosa – premio «crismón» —certamen provincial que servía de acicate a los numerosos coros parroquiales de la capital y provincia— y allí fueron nuestros entusiasmados coralistas a participar. La cosa no resultaba sencilla porque en el evento musical participaban corales de prestigio y la lucha prometía ser reñida. Sin embargo, la calidad interpretativa mostrada por la Coral de Cámara «San Esteban» hizo posible que el preciado trofeo se convirtiera en su primer éxito indiscutible y con él en el trampolín definitivo para su futura trayectoria. Hoy, aquel premio ocupa un lugar privilegiado en las vitrinas de su sede parroquial. Nuestro pianista, consciente de las exigencias y responsabilidad que contraía con el premio, y sin duda estimulado por él, prosigue con más intensidad si cabe su formación musical para completar, junto con los de piano, los estudios de Conjunto Coral, Armonía, Contrapunto, Formas musicales e Historia de la Música. Por otro lado, el obligado contacto con los profesores del Conservatorio significó para él y consecuentemente para la incipiente Coral el empujón definitivo que la convertiría en un grupo especialmente cualificado para interpretar la polifonía de los siglos XV y XVI. Hay que considerar al respecto el decidido apoyo que recibió de D. Javier Zárate Gil —actual director del Conservatorio— para quien las características del grupo se acomodaban sin ninguna duda a la sensibilidad musical del Renacimiento. Hoy, el repertorio de obras de la Coral lo componen más de doscientas cincuenta composiciones de polifonía religiosa y profana y, de entre ellas, la mayor parte pertenecientes a los siglos mencionados.

Abiertas de par en par las puertas del éxito y conocido el camino por el que discurrir, la Coral comparte los laboriosos ensayos —especialmente aderezados de tesón por cuanto muchos de sus componentes carecían de formación musical— con señaladas intervenciones que van jalonando su ya destacada trayectoria. En los primeros, plagados de anécdotas, camaradería y excelente humor, se pone a prueba la capacidad musical y humana de nuestro protagonista y en los segundos la estabilidad emocional que de su responsabilidad se deriva. En ambos casos, el singular talante de un hombre permanentemente puesto a prueba sale indemne y la Coral se consolida.

Aquella entrañable Coral, —«Compuesta por veinticinco voces mixtas, llenas del más exquisito gusto por el arte del sonido»— cuyos componentes configuraron el proyecto inicial, pertenecen a la generación esforzada que ha dado lugar a la participación en la misma de un colectivo de más de cien coralistas procedentes de los más diversos ámbitos ciudadanos. Singularidad ésta para un grupo que, nacido con aspiraciones revitalizadoras para su parroquia, se ha convertido en meta —incluso ansiada— para muchos aspirantes a la interpretación coral de calidad, aun siendo ajenos al barrio y sus inquietudes.

Efectivamente, el extenso historial que conforma la trayectoria de la Coral de «Cámara San Esteban» seguramente supera lo que sus entusiastas alentadores pudieron soñar para el grupo. Conciertos para UNICEF, Festivales de España, Semanas de Música Antigua, Ayuntamientos, Diputaciones, Asociaciones Culturales de todo tipo y Comunidades Autónomas en España. Giras por Francia, Alemania, República Checa y Gran Bretaña en el extranjero y, finalmente, cuatro grabaciones musicales de incuestionable calidad son una muestra abreviada de su dilatado quehacer. Pero con ser importante esta relación, no lo son menos sus numerosos conciertos didácticos en centros escolares de la ciudad a demanda de sus «apas» o las múltiples colaboraciones para solemnizar festejos patronales en apartados lugares del mundo rural de la provincia e incluso la participación en emotivas celebraciones religiosas de carácter familiar.

No se puede olvidar tampoco su decidida colaboración con otras agrupaciones del mundo coral de la ciudad y provincia con las que ha compartido frecuentes muestras musicales, una de las cuales, y con relieve de acontecimiento anual, lo constituye el tradicional Concierto del día 26 de diciembre, festividad de San Esteban, que tiene lugar en la Iglesia de San Nicolás. Este evento, por la calidad del programa —al que han contribuido expresamente compositores burgaleses del prestigio de Alejandro Yagüe y Pedro María de la Iglesia— y de los grupos que en él participan junto a la Coral, se ha convertido en exponente cumbre de la celebración musical burgalesa de la Navidad. En los últimos años la especial colaboración de la Orquesta del Conservatorio ha añadido calidad y prestigio al acto.

De la mano del ilustre musicólogo y folklorista castellano Joaquín Díaz, la Coral recibió la propuesta de su primera grabación musical que se llevó a cabo en 1979. Disco monográfico, conteniendo un total de dieciocho canciones de Juan del Encina, supuso para el grupo la primera y más apasionante experiencia de esta índole y con ella le cupo el honor de ser pionera en la divulgación musical de tan excepcional compositor renacentista.

 

El párrafo anterior, coherente con la calidad interpretativa que ya era conocida en ámbitos musicales de la crítica y los profesionales de la región, refleja la confianza depositada en el grupo por quien, siendo un músico de consagrado prestigio, se proponía ofrecer a melómanos y aficionados una grabación de calidad llevada a cabo con las máximas garantías.

En la misma línea de juicio y tras un concierto dado en la iglesia de San Andrés de Valladolid se expresaba el crítico musical Ángel Luis G. Fraile, en su columna del Norte de Castilla, aludiendo a la Coral de Cámara «San Esteban»:

 

 «...El más exquisito gusto preside todas y cada una de sus interpretaciones. La comprensión del repertorio medieval-renacentista es grande y su traducción sonora depurada, pulcra y llena de sutilezas. Las voces, de emisión dulce, nunca resultan forzadas y ligan las frases con limpieza. Las versiones resultan así muy musicales, atractivas y convincentes...

 

...Las veinticuatro voces se encargaron de demostrar a lo largo del recital su autoridad y peso específico en el campo de la interpretación de la música del Renacimiento...»

Tras el disco monográfico, se repitió la experiencia en dos nuevas ocasiones producidas igualmente por Joaquín Díaz: «Romances del Renacimiento» —«disco de enorme interés para el estudioso del romancero castellano y de la música española del siglo XVI», lo calificaría Andrés Ruiz Tarazona en la Hoja del Lunes de Madrid (27-10-80)— y «Dos Misas Tradicionales» —«misas que fueron muy frecuentemente interpretadas a lo largo y a lo ancho de la geografía rural castellana, e incluso fuera de ella. Compitieron en popularidad durante largas épocas con otras similares, también en latín, como las llamadas de “Pio X” y “de Ángeles”», argumenta Joaquín Díaz justificando así la recuperación de ambas—. Finalmente, y con motivo de la celebración del XXV Aniversario (1997) sacó al mercado un cd, «Navidad Hoy y Siempre», en el que se hace un recorrido por las composiciones navideñas desde el siglo XVI hasta nuestros días. En dicha grabación participa igualmente la Orquesta del Conservatorio Municipal de Música «Antonio de Cabezón».

Aunque las abundantes anécdotas que han aderezado la trayectoria del grupo no son pretensión del argumento fundamental de este relato, sí pueden ilustrar la capacidad de integración de sus componentes y, de manera especial, su permanente disposición a la vocación común. Baste una sola muestra para confirmar el aserto. Paralela a su afición musical, discurren los afanes de enriquecimiento cultural y con ellos la visita a notables muestras de la arquitectura civil o religiosa de los lugares en que recalan. Visitaba la Coral en pleno la catedral de Metz —solitaria a esas horas— y sobrecogidos por el gigantesco espectáculo de su nave central —más de cuarenta metros de altura— «…el primer grupo que inicia la visita no resiste la tentación, lanzados como estamos a hacer música por doquier, de interpretar algunos cantos de nuestro repertorio. Suenan sucesivamente «Popule Meus» y «Oh Jesu Christe» y desde la altura nos llega un caluroso aplauso que intimida por la procedencia. No, no es sobrenatural. Se trata del organista que está encaramado tan alto que parece más próximo al cielo que a nosotros…» cuenta en su diario el cronista de aquel memorable viaje a la Alsacia y Lorena francesas.

Y, por fin, llega el ansiado momento de la efeméride. Como en los matrimonios bien consolidados, la Coral celebra en 1997 y con la máxima brillantez su «Aniversario de plata». Veinticinco años ininterrumpidos de esfuerzo consolidado merecen una reflexión y un hito. Y a ello se entregan con ilusión todos sus componentes. Elaboran un apretado programa semanal de conciertos, previo a la celebración cumbre de su santo patrón, y en él intervienen con lo mejor de sus repertorios otros grupos de paralelo prestigio: Escolanía de niños de coro de la Catedral, Coro de voces blancas del Conservatorio de Música Antonio de Cabezón, Coral «Santa María la Real y Antigua», Schola Cantorum del Círculo Católico de Obreros, Orfeón Mirandés, Coral Polifónica de Salas de los Infantes, Orfeón Arandino «Corazón de María», Coro Universitario de Burgos y Orfeón Burgalés. Tanta calidad y aliento empujan a aquella balbuciente coral del 72 —en opinión de algunos nacida con augurios de mermados éxitos y breve recorrido— al cenit de sus aspiraciones parroquiales. Finalizada la semana de conciertos con un éxito musical y de audición irrepetible, llega la celebración patronal y con ella el colofón.

San Nicolás, asombrado de tanta maravilla vivida, cede su sitial al patrón y San Esteban, regocijado, ofrece al Niño Dios el memorable concierto que le dedican al unísono La Coral de Cámara «San Esteban» y la Orquesta del Conservatorio. Se desgranan airosos villancicos y, entre elocuentes aplausos de aprobación del público que abarrota el templo, ambos directores hacen gala de lo mejor de su sensibilidad. Nuestro héroe, presa de la emoción más intensa, toma la batuta que, entre vacilante y resuelta inicia su intervención.

No es fácil, para quien esto escribe, relatar con precisión las sensaciones que ahora le embargan a Juan. Porque hay dos y ambas tan contradictorios que ello explica su vacilación y entusiasmo paralelos. Difícil encrucijada para quien ha amado tanto a la Coral que por ella ha sido capaz de esconder los sentimientos de amargura que ahora le acosan. Sereno, con el gesto amable y alentador que transfigura su imagen en cada concierto, inicia el vuelo la batuta liberadora y los decididos compases de la Orquesta llenan el aire del templo invitando a las voces amigas a la emoción. Y esta surge, como cascada limpia y prometedora, ofreciendo al héroe su solidaria comprensión y cariño. Y embarga dolorida a los cantores porque entre ellos hay una voz ausente. Cantan, sin embargo, entre rendidos a la entereza de su director y la congoja contenida que les invade. Falta Merche, «...esposa, coralista y musa de este hombre que, a los diecinueve años tomó una batuta y dibujó con ella durante veinticinco ininterrumpidos una cascada de sones armónicos y un calderón de acentos musicales...» acababa de decir Jesús López Sobrino en sus palabras de homenaje al director cuando presenta el acto.

 

Finalizado el concierto se celebró la fiesta profana a la que se sumó Merche. Allí estuvo, gigantesca de espíritu y dignidad en un cuerpo dolorido, mostrando la grandeza de un ser que reunió sus últimas fuerzas para repartirlas entre los presentes. Ahora, desde el más allá y junto a su primogénito Juan José, nos observa indulgente y protectora para nuestras cuitas y afanes.

Y esta es la visión parcial de quien, obligado a observar por razón de oficio, ha decidido hacer balance exclusivo de virtudes para quien como juan José Rodríguez Villarroel ha hecho suficientes méritos para que la vida no le demande otras exigencias.

 

 

Burgos, 22 de diciembre 2001     

Eduardo García Saiz