miércoles, 26 de junio de 2024

SAN VICENTE DE ALCÁNTARA, VALENCIA DE ALCÁNTARA. MARVAO, ALBURQUERQUE...




Un viaje al sur convertido en lección de historia medieval repleto de emociones y cultura. Emilio, ilustre bajo convertido en Cicerone ocasional, significó una revelación de bien hacer y muestra del  orgullo legítimo de la tierra que le alumbró en buena hora. El verbo fácil y el aderezo castizo de su talante coloquial, fueron la mejor terapia para combatir una lluvia impenitente que, aun pareciendo reacia a nuestra visita, él supo emparejar con los caldos de la tierra regados en la mesa generosa de manjares tradcionales y deliciosos.
Gracias Emilio. 
 

POLIFONÍA RELIGIOSA EN EL RENACIMIENTO














 

martes, 25 de junio de 2024

"...SOLO PARA "CORALISTOS" CURTIDOS

 

“…Y los bajos tuvieron su reunión…! 

              El pasado concierto en Belorado marcó un hito en algunos coralistas impresionables y, de entre todas ellos, en la cuerda de los bajos.

― ¡Qué éxito, tío!

― ¡Y como sonó!

― ¡Que auditorio! (tampoco hay que exagerar)

― ¡Qué trufas!

― ¡De Rvda. Madre!

― ¿Y lo de Alicia?

―¡¡¡Inconmensurable!!!

― ¿Y, si un día se nos va?

―¡¡¡Imposible!!! Gritaron todos como a quien le pisan el más protegido de sus callos reventones.

Había que oír a estas mentes calenturientas después de la misa dominical en San Nicolás. Mejor dicho, después de la tercera ronda de tintos en el “Twenty”. En fin, que, entre estos comentarios y la alegría del Rioja en el cuerpo, no quedó más remedio que convocar, por fin y con carácter de urgencia, la tan reiterada reunión de bajos. Era preciso eliminar, atajar o cuando menos prevenir la posibilidad de una ausencia definitiva de la solista.

― ¡Hay que hacer algo para impedirlo por si algún día le da un mal aire a la chica!, dijo Sisi.

― ¡Hay que convocar una reunión de bajos, remató “El Figuras”!

― ¿Cuándo?, ¿Cómo? ¿Dónde? Remacharon al unísono los barítonos presentes.

― ¡Y que sea secreta!, apostilló Chema Melchor.

― ¡Y el lugar que sea secreto también!, añadió Adrián.

― ¡Pero coño! Aclaró Gonzalo, ¿cómo vamos a reunirnos si no sabemos donde? … ¡Te jode!...

― Bueno, haya paz, dijo Sisi. Nos reuniremos en el taller de chapa y pintura de mi centro, durante una clase práctica para garantizar el despiste.

― “Pero Sisi”, dijo Eduardo; “¡con tantas mazas vapuleando carrocerías no habrá quien se entienda!”

― “No te preocupes Edu, pondremos “guata” acolchando los martillos y así podremos entendernos”

En fin, terminadas las sucesivas rondas de tintos se llegó a un acuerdo razonable. La reunión se celebraría, como procedente por vinculación, a la vera del nogal de la huerta parroquial. Antes se desestimó una propuesta de Santiago que, aun siendo coherente con el principio de reunión secreta acordada para la reunión, no pareció adecuada por obvias razones de limitación. Estimaba el bajo que podía llevarse a cabo en el interior del confesionario de Oscar, por aquello de obligarse en el secreto de confesión, pero como queda dicho, por no haber en el compartimiento, no hay ni sillas para los catorce esperados.

 La cosa era necesaria y además urgente. Había que buscar una solución al imprevisible más adelante de la ausencia de Alicia en nuestras huestes. Ahora que, gracias a ella, hasta firmamos autógrafos al final de cada concierto; ahora que nos sentimos transportados al séptimo cielo cada vez que inunda con su voz cualquier recinto por cutre que sea; ahora, en fin, que hemos alcanzado la gloria de su mano, ¿qué haríamos si el futuro la obligara a abandonar el hogar común? Y así fue como se produjo la reunión de la cuerda con un único orden del día. Buscar una suplente para el hipotético e impensable caso de que Alicia se nos fuera de la Coral.

Abierta la sesión siendo presidente Emilio ―un generoso abdomen da prestigio a cualquier presidencia―, con Manolo de secretario y la cuerda al completo, el lunes 23 de diciembre de 2002, a media tarde, y después del orujo y el turrón blando, dio comienzo la sesión. Se fijaron los límites de las intervenciones y se insistió en la necesidad de respetar los turnos, no apabullar en ningún caso al contrario y, como especial propuesta de Manolo, “con la estufa puesta” por lo del clima.

Con estas premisas se inició el turno de intervenciones concediendo el señor presidente la palabra a Fernando, por ser la suya la primera mano en pedir permiso para evacuar. Expuso el bajo su criterio apuntando como la mejor solución para cubrir con garantías la nunca deseada vacante, acudir a la búsqueda de candidatas entre el mundo de la inmigración: búlgaras, eslavas, checas, rumanas, letonas…

― ¡Eso, eso, tetonas! Gritaron todos a coro.

― ¡He dicho letonas, pánfilos!...

―…porque todas son mujeres de voz exquisita y de finura inigualable, continuó Fernando. Sobre todo, maestras en los finales quedos, suaves, delicados, apenas perceptibles… De esos que encandilen auditorios, remató.

―Y podemos hacer la selección como en Operación Triunfo, dijo Jesús.

―Eso, y que las candidatas se presenten en pelotas, dijo Adrián muy oportuno.

―Ya empezamos con chorradas, dijo Gonzalo. ¿Qué estamos buscando, voces o globos? Tú, ¡a callar!

Retomó la palabra Fernando para insistir: …qué empastes, que finales, que…

― ¡Qué coño! Dijo Chema. ¿De donde sacamos nosotros un puesto de trabajo fijo que es lo que buscan estas chicas?

― Pues hombre, podríamos ponerlas de recogepelotas, se arriesgó a proponer Adrián.

― Hombre, eso era posible antes, cuando tu padre jugaba al tenis, pero ya no juega, dijo Sisinio.

― No, si no me refiero a esas. Me refiero a las de los coralistas del setenta y dos que empiezan ya a tenerlas algo cailonas.

Jamás lo hubiera dicho el chaval. Con una mirada de esas que infunden terror, se dirigió a él Gonzalo conminándole a reconsiderar su comentario mientras echaba mano a la hebilla de su cinturón ―nunca sabremos si para mostrar el perfecto estado de sus atributos o si para sacudirle al sobrino unos cuantos cintarazos―.  ¡O retiras de inmediato tamaña ofensa, dijo, o te vas desterrado de por vida a la Coral Vaccea! De modo que, ante tan deplorable alternativa, al pobre Adrián no le quedó más remedio que hacer un discreto mutis con marcha atrás.    

― Bueno, tengo otra idea, dijo Eduardo cuando los bigotes del presidente consiguieron poner distancia entre tío y sobrino. Se me esta ocurriendo que alguna de mis colegas de la tiza, especializada en el tema musical, podría hacer buen papel como soprano sustituta.

― ¡Lo que faltaba, un pendón en la Coral!, dijo Manolo.

― ¡Oye tío, que yo he dicho sustituta no prostituta! Se defendió su colega de la tiza.  

― ¡Fuera! ¡Descartada la inmigración y las pedagogas musicales! Gritaron todos.

Se me ocurre, dijo un tanto trémulo el presidente a la vista del último rifirrafe, que en el mundo de la banca tengo compañeras… “Y yo”, dijeron Chema, Gonzalo y Fernando al unísono. “Pero ni se os ocurra porque si mal cuadran un balance de gestación, cómo coño van a cuadrar un pentagrama”. “Además, por la Coral ha pasado ya toda la nómina de varones de Caja Burgos y ya vale”.

Estaba yo pensando, intervino Gonzalo, que acaso entre la gente de la provincia… Conozco una moza casadera en mi pueblo… Estás loco, le cortaron en seco; con esos melismas pueblerinos que cabrean a Juan cada vez que se les escapa un quejumbroso altibajo a sopranos y contraltos, y tú quieres meter en la Coral a una de Quintanalara…

Así fue discurriendo la reunión, entre propuestas a cuál más desafortunadas. Algunas incluso rayaban en el delito como la de quien se le ocurrió un secuestro selectivo en las huestes de la competencia, ―demasiado riesgo y escasa garantía―. También se propusieron grabaciones en “play back” para que cualquiera de los presentes, adecuadamente camuflado, pudiera interpretar los inigualables solos de Alicia. Así, Emilio resultaba demasiado voluminoso y daría el cante; Manolo excesivamente alto y peludo; Eduardo, pequeño y culibajo; Gonzalo y Sisi, emparentados con la dirección del ente, podían incurrir en prevaricación o cohecho; Jesús y Santiago casos perdidos para la depilación… Sólo Fernando y Chema Melchor tenían un tufillo prometedor, puesto ya de manifiesto en extemporáneas interpretaciones avemarianas y en contados eventos coyunturales. Pero se opusieron en redondo porque una cosa era emular a la soprano y otra muy distinta convertirse en travestís depilados con lo que duele. En fin, que la reunión comenzó a languidecer entre bostezos y yo me marcho que me espera Celia, hasta que el secretario, tenso y solemne, impuso silencio e hizo oír su voz con una propuesta insólita cuyo preámbulo dejó perplejos a todos.

Sin duda, dijo, todos tenéis conocimiento de los famosísimos “castratos”, varones que mediante una sencilla operación en salva sea la parte mantenían a lo largo de su vida la envidiable voz de contratenor. Pues bien. Ahí tenemos la solución definitiva servida en bandeja. Hay que fabricar un castrato.

El silencio sepulcral que produjo tal propuesta y las sonrisas maliciosas de algunos presentes convirtieron en presagio peligroso lo que hasta aquel momento se había desarrollado con alboroto, ciertamente, pero aun así con cierta ecuanimidad. Castrato. ¿Quién? Y todos miraron a su izquierda como si estuvieran en la sala de ensayos.

―” No, por favor”, exclamó alarmada una de las voces sensatas de la concurrencia. “Con los tenores, nuestros enemigos naturales, se puede hacer cualquier cosa a escala de fogueo, pero disparos con fuego real, jamás”.

El discrepante salió indemne gracias a la intervención del presidente que impuso cordura a la concurrencia, pero a punto estuvo el hombre de terminar tullido.

― ¡Ninguna concesión al enemigo! Gritó desaforada la masa enardecida.

― ¡Castremos a todos y nos sobrarán tiples de por vida! Dijo una voz agazapada.

― ¡No seas bestia! Dijo Santiago. Resolveríamos el problema de Alicia, pero crearemos el vacío de una cuerda completa. Hay que elegir a uno. A lo sumo dos para quita y pon.

Y surgió el desmadre oral, los gritos estentóreos y la más imprudente de las alteraciones de orden público en ámbito rectoral. Entre aquel ruido ensordecedor, el presidente puso en pie su humanidad y terció autoritario.

― ¡O elegimos un candidato entre los tenores o lo echamos a suerte entre los presentes, aquí y ahora!

El silencio fue inmediato y todos se miraron el bajo vientre como quien contempla un par de diamantes de quinientos quilates.

― Bien, bien, ya veo que hay quorum, concluyó Emilio ante el más que evidente asentimiento. Así que decidamos qué tenor será el “castrato”.

― ¡Estrategias! ¡Necesitamos estrategias y disciplina para proceder!, apuntó Melchor.

― ¡No señor! ¡Primero hay que elegir al candidato y luego señalar las estrategias! Apostilló Fernando.

― ¡Perfil! ¡Hay que elegir una silueta aproximada a la elegancia y juventud de Alicia! Añadió Manolo.

― ¡Entonces no hay candidato porque todos están o demasiado gordos, o demasiado calvos o con ojeras de dormir poco por culpa de las guarradas del interné! remató Gonzalo.

― ¡Pues si no hay candidato posible entre los tenores escogeremos a una contralto sin porlar!, se dejó oír una voz poco informada.

― ¡Ignorante, los “castratos” tienen que ser varones! replicó Fernando airado.

Al fin, después de meditar a fondo, se llegó a la conclusión definitiva. Sería aquel cuya aproximación a la silueta de Alicia diera el más digno perfil de su persona. Con unos toques de adecuada cirugía estética, unos implantes discretos con silicona, un depilado facial a fondo y un postizo clónico de la cabellera de la soprano se completaría la imagen definitiva. Pero ¿quién? Contra lo que pueda parecer, no es que no hubiera candidatos, ni que los bajos hubieran renunciado a buscar una solución al problema en este campo. Es que llegó Oscar en el preciso momento de las voces más airadas y después de descubrir el tema que se estaba tratando, cogió el más grande de los hisopos que se custodian en el Museo del Retablo, y esgrimiéndolo con decisión conminó a la concurrencia para que abandonase de inmediato el recinto a la voz de: ¡Macarras fuera! ¡Estáis convirtiendo el huerto en un inmundo patio de lenguaraces!

Y así, con estos gritos, y con la sagrada amenaza en la mano, consiguió evitar lo que a punto estuvo de convertirse en un presumible delito consumado de secuestro, poda testicular y motín de bajos en paro.    

 

       Burgos, 26 diciembre 2005

Coral de Cámara “San Esteban”

E.G.S.

miércoles, 19 de junio de 2024

LA CORAL CAMBIA DE RUMBO



UN PIANO EN EL ARRABAL

Este pretende ser el relato, probablemente apasionado, de un sueño musical que, nacido con afanes pastorales y madurado entre glorias y pesares, ha convertido su realidad en motivo de orgullo para un barrio burgalés cargado de solera, dignidad e historia. La Coral de Cámara «San Esteban», próximos a cumplirse los treinta años de su existencia como grupo dedicado a la divulgación de la música del Renacimiento, ha paseado dentro y fuera de España el topónimo de sus orígenes con el orgullo que caracteriza a sus pobladores. Y lo ha hecho con la castellana mesura de sus moradores y el inquieto fervor de quien ama la música como a privilegiado don de la naturaleza humana.

Corría el año 1972 en la parroquia del barrio. A la sazón, proseguía ésta sus alientos restauradores de la mano de dos hombres de iglesia —D. Rodrigo Aguilera y D. Jesús López Sobrino— ahítos ambos de entusiasmo pastoral e inquietudes artísticas. No en vano el abandono secular de siglos en que estaba sumido el templo de San Esteban —el más antiguo de los templos parroquiales burgaleses— inquietaba sus ánimos, apenados de contemplar tanta incuria:  escribía dolorido don Jesús en una de sus celebradas «balconadas» que a través de la extinta Hoja del Lunes ofrecía cada semana a la ciudad.         Pero aun siendo apremiante la tarea de ponerse a recuperar tamaño tesoro, la de atender a las necesidades espirituales de las gentes del barrio seguía siendo la prioridad de su ministerio. Y con las necesidades del espíritu, las culturales. Y entre estas últimas el coro parroquial, en aquel entonces integrado por un esforzado grupo de muchachas del barrio, necesitadas de una mano rectora que encauzara adecuadamente los innegables valores musicales de que estaban dotadas. Y la Providencia dispuso que un joven, —Juanito, apenas salido de la adolescencia— retornara al hogar familiar en El Arrabal después de algunos años de internado alejado de los suyos. Llegaba ya embarcado en las aficiones musicales y sólo precisaba de manos cualificadas que orientaran sus manifiestas condiciones para la dirección coral. Con estas premisas, y simultaneada con los estudios en la Escuela Universitaria del Profesorado de EGB, se incorporó al proyecto parroquial y dedicó gran parte de su legítimo tiempo de asueto a la propia formación musical en el Conservatorio. Como consecuencia, un buen día, en la atalaya burgalesa del Arrabal comenzaron a sonar, primero vacilantes y enseguida firmes y decidas, las notas de un piano que desgranaba estudios, sonatas, suites y toda suerte de melodías prometedoras cuyos ecos auguraban un brillante porvenir para la iniciativa que nos ocupa.

Y lo que parecía despropósito en el lugar, para quienes juzgan apresuradamente colectivos y conductas, se convirtió en el origen de una agrupación coral que puede hoy mostrar con orgullo el reconocimiento de propios y extraños a su labor divulgadora de la música coral en general y del Renacimiento, preferentemente, en términos de exquisita e indiscutible calidad como se pretende constatar en el presente trabajo.

Iniciados los primeros ensayos, al reducido grupo de coralistas femeninas pronto se unieron voces varoniles que añadieron entusiasmo al entusiasmo y conformaron el grupo que, con el nombre de su parroquia y barrio, mostraría su bien hacer en adelante.

Si los éxitos son el mejor incentivo para estimular cualquier digna trayectoria humana, el primero de ellos le llegó a la Coral de Cámara «San Esteban» con la obtención de un preciado galardón. El 24 de junio de 1973 se celebraba en el Teatro «Avenida» de Burgos el ii festival de la canción religiosa – premio «crismón» —certamen provincial que servía de acicate a los numerosos coros parroquiales de la capital y provincia— y allí fueron nuestros entusiasmados coralistas a participar. La cosa no resultaba sencilla porque en el evento musical participaban corales de prestigio y la lucha prometía ser reñida. Sin embargo, la calidad interpretativa mostrada por la Coral de Cámara «San Esteban» hizo posible que el preciado trofeo se convirtiera en su primer éxito indiscutible y con él en el trampolín definitivo para su futura trayectoria. Hoy, aquel premio ocupa un lugar privilegiado en las vitrinas de su sede parroquial. Nuestro pianista, consciente de las exigencias y responsabilidad que contraía con el premio, y sin duda estimulado por él, prosigue con más intensidad si cabe su formación musical para completar, junto con los de piano, los estudios de Conjunto Coral, Armonía, Contrapunto, Formas musicales e Historia de la Música. Por otro lado, el obligado contacto con los profesores del Conservatorio significó para él y consecuentemente para la incipiente Coral el empujón definitivo que la convertiría en un grupo especialmente cualificado para interpretar la polifonía de los siglos XV y XVI. Hay que considerar al respecto el decidido apoyo que recibió de D. Javier Zárate Gil —actual director del Conservatorio— para quien las características del grupo se acomodaban sin ninguna duda a la sensibilidad musical del Renacimiento. Hoy, el repertorio de obras de la Coral lo componen más de doscientas cincuenta composiciones de polifonía religiosa y profana y, de entre ellas, la mayor parte pertenecientes a los siglos mencionados.

Abiertas de par en par las puertas del éxito y conocido el camino por el que discurrir, la Coral comparte los laboriosos ensayos —especialmente aderezados de tesón por cuanto muchos de sus componentes carecían de formación musical— con señaladas intervenciones que van jalonando su ya destacada trayectoria. En los primeros, plagados de anécdotas, camaradería y excelente humor, se pone a prueba la capacidad musical y humana de nuestro protagonista y en los segundos la estabilidad emocional que de su responsabilidad se deriva. En ambos casos, el singular talante de un hombre permanentemente puesto a prueba sale indemne y la Coral se consolida.

Aquella entrañable Coral, —«Compuesta por veinticinco voces mixtas, llenas del más exquisito gusto por el arte del sonido»— cuyos componentes configuraron el proyecto inicial, pertenecen a la generación esforzada que ha dado lugar a la participación en la misma de un colectivo de más de cien coralistas procedentes de los más diversos ámbitos ciudadanos. Singularidad ésta para un grupo que, nacido con aspiraciones revitalizadoras para su parroquia, se ha convertido en meta —incluso ansiada— para muchos aspirantes a la interpretación coral de calidad, aun siendo ajenos al barrio y sus inquietudes.

Efectivamente, el extenso historial que conforma la trayectoria de la Coral de «Cámara San Esteban» seguramente supera lo que sus entusiastas alentadores pudieron soñar para el grupo. Conciertos para UNICEF, Festivales de España, Semanas de Música Antigua, Ayuntamientos, Diputaciones, Asociaciones Culturales de todo tipo y Comunidades Autónomas en España. Giras por Francia, Alemania, República Checa y Gran Bretaña en el extranjero y, finalmente, cuatro grabaciones musicales de incuestionable calidad son una muestra abreviada de su dilatado quehacer. Pero con ser importante esta relación, no lo son menos sus numerosos conciertos didácticos en centros escolares de la ciudad a demanda de sus «apas» o las múltiples colaboraciones para solemnizar festejos patronales en apartados lugares del mundo rural de la provincia e incluso la participación en emotivas celebraciones religiosas de carácter familiar.

No se puede olvidar tampoco su decidida colaboración con otras agrupaciones del mundo coral de la ciudad y provincia con las que ha compartido frecuentes muestras musicales, una de las cuales, y con relieve de acontecimiento anual, lo constituye el tradicional Concierto del día 26 de diciembre, festividad de San Esteban, que tiene lugar en la Iglesia de San Nicolás. Este evento, por la calidad del programa —al que han contribuido expresamente compositores burgaleses del prestigio de Alejandro Yagüe y Pedro María de la Iglesia— y de los grupos que en él participan junto a la Coral, se ha convertido en exponente cumbre de la celebración musical burgalesa de la Navidad. En los últimos años la especial colaboración de la Orquesta del Conservatorio ha añadido calidad y prestigio al acto.

De la mano del ilustre musicólogo y folklorista castellano Joaquín Díaz, la Coral recibió la propuesta de su primera grabación musical que se llevó a cabo en 1979. Disco monográfico, conteniendo un total de dieciocho canciones de Juan del Encina, supuso para el grupo la primera y más apasionante experiencia de esta índole y con ella le cupo el honor de ser pionera en la divulgación musical de tan excepcional compositor renacentista.

 

El párrafo anterior, coherente con la calidad interpretativa que ya era conocida en ámbitos musicales de la crítica y los profesionales de la región, refleja la confianza depositada en el grupo por quien, siendo un músico de consagrado prestigio, se proponía ofrecer a melómanos y aficionados una grabación de calidad llevada a cabo con las máximas garantías.

En la misma línea de juicio y tras un concierto dado en la iglesia de San Andrés de Valladolid se expresaba el crítico musical Ángel Luis G. Fraile, en su columna del Norte de Castilla, aludiendo a la Coral de Cámara «San Esteban»:

 

 «...El más exquisito gusto preside todas y cada una de sus interpretaciones. La comprensión del repertorio medieval-renacentista es grande y su traducción sonora depurada, pulcra y llena de sutilezas. Las voces, de emisión dulce, nunca resultan forzadas y ligan las frases con limpieza. Las versiones resultan así muy musicales, atractivas y convincentes...

 

...Las veinticuatro voces se encargaron de demostrar a lo largo del recital su autoridad y peso específico en el campo de la interpretación de la música del Renacimiento...»

Tras el disco monográfico, se repitió la experiencia en dos nuevas ocasiones producidas igualmente por Joaquín Díaz: «Romances del Renacimiento» —«disco de enorme interés para el estudioso del romancero castellano y de la música española del siglo XVI», lo calificaría Andrés Ruiz Tarazona en la Hoja del Lunes de Madrid (27-10-80)— y «Dos Misas Tradicionales» —«misas que fueron muy frecuentemente interpretadas a lo largo y a lo ancho de la geografía rural castellana, e incluso fuera de ella. Compitieron en popularidad durante largas épocas con otras similares, también en latín, como las llamadas de “Pio X” y “de Ángeles”», argumenta Joaquín Díaz justificando así la recuperación de ambas—. Finalmente, y con motivo de la celebración del XXV Aniversario (1997) sacó al mercado un cd, «Navidad Hoy y Siempre», en el que se hace un recorrido por las composiciones navideñas desde el siglo XVI hasta nuestros días. En dicha grabación participa igualmente la Orquesta del Conservatorio Municipal de Música «Antonio de Cabezón».

Aunque las abundantes anécdotas que han aderezado la trayectoria del grupo no son pretensión del argumento fundamental de este relato, sí pueden ilustrar la capacidad de integración de sus componentes y, de manera especial, su permanente disposición a la vocación común. Baste una sola muestra para confirmar el aserto. Paralela a su afición musical, discurren los afanes de enriquecimiento cultural y con ellos la visita a notables muestras de la arquitectura civil o religiosa de los lugares en que recalan. Visitaba la Coral en pleno la catedral de Metz —solitaria a esas horas— y sobrecogidos por el gigantesco espectáculo de su nave central —más de cuarenta metros de altura— «…el primer grupo que inicia la visita no resiste la tentación, lanzados como estamos a hacer música por doquier, de interpretar algunos cantos de nuestro repertorio. Suenan sucesivamente «Popule Meus» y «Oh Jesu Christe» y desde la altura nos llega un caluroso aplauso que intimida por la procedencia. No, no es sobrenatural. Se trata del organista que está encaramado tan alto que parece más próximo al cielo que a nosotros…» cuenta en su diario el cronista de aquel memorable viaje a la Alsacia y Lorena francesas.

Y, por fin, llega el ansiado momento de la efeméride. Como en los matrimonios bien consolidados, la Coral celebra en 1997 y con la máxima brillantez su «Aniversario de plata». Veinticinco años ininterrumpidos de esfuerzo consolidado merecen una reflexión y un hito. Y a ello se entregan con ilusión todos sus componentes. Elaboran un apretado programa semanal de conciertos, previo a la celebración cumbre de su santo patrón, y en él intervienen con lo mejor de sus repertorios otros grupos de paralelo prestigio: Escolanía de niños de coro de la Catedral, Coro de voces blancas del Conservatorio de Música Antonio de Cabezón, Coral «Santa María la Real y Antigua», Schola Cantorum del Círculo Católico de Obreros, Orfeón Mirandés, Coral Polifónica de Salas de los Infantes, Orfeón Arandino «Corazón de María», Coro Universitario de Burgos y Orfeón Burgalés. Tanta calidad y aliento empujan a aquella balbuciente coral del 72 —en opinión de algunos nacida con augurios de mermados éxitos y breve recorrido— al cenit de sus aspiraciones parroquiales. Finalizada la semana de conciertos con un éxito musical y de audición irrepetible, llega la celebración patronal y con ella el colofón.

San Nicolás, asombrado de tanta maravilla vivida, cede su sitial al patrón y San Esteban, regocijado, ofrece al Niño Dios el memorable concierto que le dedican al unísono La Coral de Cámara «San Esteban» y la Orquesta del Conservatorio. Se desgranan airosos villancicos y, entre elocuentes aplausos de aprobación del público que abarrota el templo, ambos directores hacen gala de lo mejor de su sensibilidad. Nuestro héroe, presa de la emoción más intensa, toma la batuta que, entre vacilante y resuelta inicia su intervención.

No es fácil, para quien esto escribe, relatar con precisión las sensaciones que ahora le embargan a Juan. Porque hay dos y ambas tan contradictorios que ello explica su vacilación y entusiasmo paralelos. Difícil encrucijada para quien ha amado tanto a la Coral que por ella ha sido capaz de esconder los sentimientos de amargura que ahora le acosan. Sereno, con el gesto amable y alentador que transfigura su imagen en cada concierto, inicia el vuelo la batuta liberadora y los decididos compases de la Orquesta llenan el aire del templo invitando a las voces amigas a la emoción. Y esta surge, como cascada limpia y prometedora, ofreciendo al héroe su solidaria comprensión y cariño. Y embarga dolorida a los cantores porque entre ellos hay una voz ausente. Cantan, sin embargo, entre rendidos a la entereza de su director y la congoja contenida que les invade. Falta Merche, «...esposa, coralista y musa de este hombre que, a los diecinueve años tomó una batuta y dibujó con ella durante veinticinco ininterrumpidos una cascada de sones armónicos y un calderón de acentos musicales...» acababa de decir Jesús López Sobrino en sus palabras de homenaje al director cuando presenta el acto.

 

Finalizado el concierto se celebró la fiesta profana a la que se sumó Merche. Allí estuvo, gigantesca de espíritu y dignidad en un cuerpo dolorido, mostrando la grandeza de un ser que reunió sus últimas fuerzas para repartirlas entre los presentes. Ahora, desde el más allá y junto a su primogénito Juan José, nos observa indulgente y protectora para nuestras cuitas y afanes.

Y esta es la visión parcial de quien, obligado a observar por razón de oficio, ha decidido hacer balance exclusivo de virtudes para quien como juan José Rodríguez Villarroel ha hecho suficientes méritos para que la vida no le demande otras exigencias.

 

 

Burgos, 22 de diciembre 2001     

Eduardo García Saiz






 

martes, 18 de junio de 2024

CANTANDO A LA NAVIDAD EN NUREMBERG


 

Después de largo viaje llegamos a un singular hospedaje, concebido sin duda para albergar a jóvenes estudiantes insolventes por definición: Jugend Economy Hotel (Hotel Juvenil Económico)El aspecto de la posada no puede ser más acogedora. En realidad, no es lo que puede entenderse como hotel porque a medida que uno entra en contacto con sus dependencias descubre que cada una de ellas y cada mueble o detalle han sido seleccionados con criterios exclusivos de funcionalidad. Parece concebido para albergar gente joven y en ello radica su atractivo. Sin duda es lo más parecido a lo que en España entendemos como un albergue. Nada es vistoso ni deslumbrante. Todo está concebido con el diseño más simple y funcional. Ni siquiera destacan elementos estéticos.  as habitaciones, reducidísimas, son sin embargo suficientes para albergar dignamente a dos personas. No hay llaves y se accede a ellas mediante un código numérico y electrónico. La ocuparemos Mary y tiene a la derecha de la entrada un peculiar armario hecho a base de varillas metálicas entramadas. Una serie de anaqueles entre ellas sirven para depositar las ropas y demás bártulos. A la izquierda está el minúsculo aseo que alberga el inodoro, un lavabo y la ducha. Cuando se da la luz en el interior del pequeño recinto, entra en funcionamiento simultáneamente un extractor de olores. A continuación de la pared que completa el baño, hay un espacio encajonado que llega hasta el borde lateral de la única ventana de la habitación. En él hay dos literas superpuestas y a la superior se accede mediante una escalera adosada que, aunque incómoda para el abordaje, resulta fácil para el ocupante porque sin duda la recompensa del sueño es suficiente incentivo. En las literas no hay colchones ni muelles convencionales. Sólo unas tablas y sobre ellas un jergón con almohada del mismo tipo y un edredón. Suficiente todo para disfrutar de un sueño más que anhelado.

En esta habitación, Mary abajo y yo arriba, descansamos nuestra primera noche alemana sin ningún contratiempo. Ni siquiera frío hemos sentido a pesar de lo que parecía precaria dotación de ropa de cama.  Pronto se llena el recinto de los celtíberos comensales, nada bulliciosos, por cierto, y uno a uno damos cuenta del menú elegido. Finalizado el condumio, nos reunimos en el vestíbulo de recepción que ahora observamos con más detenimiento que a nuestra llegada. No difiere gran cosa de cualquier otro hotel; puerta de entrada con apertura y cierre electrónicos; mostrador con equipamiento tradicional para el servicio del cliente; casillero para llaves y correspondencia y un par de oficinas interiores para la administración. Se está ciertamente cómodo en el lugar y la temperatura de su interior no hace ni siquiera sospechar el intenso frío que hace en la calle. Muy pronto lo vamos a comprobar porque hacia las diez de la mañana llega hasta el hotel una guía que nos va a acompañar en un apresurado recorrido turístico por la ciudad. Más tarde cada uno lo ampliará a su modo.

 De ascendencia mejicana, nuestra encantadora guía hace gala de su inconfundible acento con el que pronto nos seduce. Iniciamos el recorrido por la visita a los lugares que, aun siendo de reciente y trágica historia germana, nadie en la ciudad quiere sin embargo ocultar al visitante, según afirma ella. Con delicadas alusiones nos hace reflexionar sobre la necesidad de conocer los hechos por dolorosos que sean para evitar que se reproduzcan. Quizá ello sirva de lección a las generaciones actuales y futuras, acaso proclives al olvido, para no repetir tan amargas experiencias. Después, el encanto de la ciudad antigua terminada de reconstruir el año 1966, entre el sabor medieval que nos deleita y la admiración hacia semejante hazaña recuperadora, nos ha deparado un respiro de alivio y serenidad.

Visitamos la vivienda del famoso pintor Alberto Durero, la Tiergärtnertorplatz, popular centro de cita de turistas, el balconcillo en el Sebalder Pfarrhof (de alrededor de 1365) adornado ricamente con ornamentos y relieves, etc. para desembocar finalmente en la Plaza Mayor y Schöner Brunnen que por ser Adviento se halla en plena celebración de la feria navideña más famosa de Alemania, la "Christkindlesmarkt". Aquí se despide amablemente nuestra “cicerone” y cada uno se pierde en el intrincado laberinto de preciosas casetas que ofertan a los visitantes toda suerte de delicias gastronómicas y objetos para la decoración navideña. La comida en nuestra particular posada consiste en una especie de paella repleta de deliciosos y abundantes tropiezos de carne, ensalada de maíz, alubias y un sorbete. Una excelente jarra de cerveza completa el menú que acabamos pronto para reanudar presurosos la visita a la ciudad antigua.

Entramos en grupo, nueve o diez, al Café Hotel Kroll. La camarera, que no sabe inglés, pero me ofrece el danés a cambio, se esfuerza en comprender nuestras peticiones y conseguimos las demandas sin un solo error. Yo he pedido leche caliente con miel porque mi catarro, terminado de curar hace tan sólo unos días, amenaza con rebrotar y me tiene preocupado porque deseo cantar dignamente. Calles especialmente iluminadas y engalanadas para la Navidad, atractivos escaparates para colmar las más caras ilusiones y músicos a la captura de auditorio y recompensa para su arte nos bordean hasta la llegada. En nuestro comedor reanudamos la interrumpida tertulia del café Kröll. Al fin, se impone la necesidad de un breve refrigerio para reparar fuerzas y calmar apetitos y con este propósito nos reunimos para terminar de consumir las ya mermadas viandas traídas de España. Apiñados en una de las habitaciones nos situamos en torno a los embutidos, quesos, pimientos, pescados y un largo etcétera que una bota de vino de Rioja se encarga de regar. Con este refrigerio nos reunimos para ensayar nuestras intervenciones.

La sobremesa resulta espontáneamente emotiva porque algunos compañeros comienzan a entonar villancicos y de entre el resto de los comensales que nos acompañan en el comedor surgen emocionadas lágrimas femeninas. Parece que el buen hacer de la Coral suscita emociones aún sin pretenderlo. Un grupo de señoras nos piden alguna otra canción y damos satisfacción a su demanda que agradecen con entusiasmo. A las seis cantaremos en el estrado frente a la plaza del mercadillo. Hace mucho frío y albergamos algún temor de catarros como inevitable consecuencia de cantar en semejantes circunstancias. Próximas las seis de la tarde subimos al estrado. Un operario ultima los preparativos de megafonía en cuya fidelidad confiamos porque la abarrotada plaza en nada ofrece garantías de sonoridad. 

Nos gustó el Café Kröll y allí nos dirigimos la larga decena del día anterior. El acomodo conocido no está disponible y buscamos otro en la planta baja. Con el deseo de no perturbar la calma que se respira en el concurrido salón, juntamos mesas, pedimos bebidas y renegamos del carácter casi hostil con que nos recibe la más que arisca camarera. Mucha edad y poco entusiasmo para servir adecuadamente a damas y caballeros castellanos. Durante la tertulia que se improvisa, aprovecho para tomar algunas notas con destino a mi diario y, apenas consumidas las infusiones, cafés y cervezas, aparece la ajada walkiria reclamando ostentosamente el importe de la cuenta a la vez que señala su reloj. Lo de ser tonto interesado es universal y la señora lo practica quedándose con las vueltas que nadie le propinó. La ira celtíbera sube de grado y nos retiramos no sin antes dejar muestra de nuestro enfado de urea mal contenida en los impecables urinarios del local. Son las siete y, efectivamente, el café está apagando luces y recogiendo velas. Seguramente a la abuela le esperan los nietos en casa y eso le impulsaba al apremio. Comprendido.

Tengo que contar alguna breve anécdota de ascensor porque esta mañana lo hemos compartido con una pareja alemana más locuaz de lo habitual. Deducen nuestra condición de españoles y ella contesta afirmativamente a mi pregunta de si sabe hablar nuestro idioma. Manifiesta saber un poquito y me lo suelta de un tirón cuando llegamos a la planta baja: "buenosss díasss, buenasss tardesss, buenasss nochesss..." Eso es todo. Me parece que mi alemán de tres días es más abundante. La ciudad antigua está abarrotada y apenas se puede transitar con la desenvoltura de los días anteriores. Parece que es normal teniendo en cuenta que es fin de semana y lo popular de la celebración. A pesar de la multitud, un estornudo hispano puede trastornar la absoluta quietud de toda la concurrencia en la plaza. 

La hora de la comida resulta más animada que en los días pasados si cabe, porque cada uno cuenta compras, experiencias y visitas. Anarquía en los precios para un mismo objeto suenan entre los comentarios más comunes y la visita al Museo del Juguete como experiencia más gratificante y generalizada. Terminada la comida costillas adobadas, arroz helado y cervezanos escapamos. Mary y yo al aire fresco de la calle en busca de un ingenioso belén que al fin no encontramos. A cambio algo mercamos en un supermercado próximo. Para consumir durante el viaje de regreso.

Son las seis de la tarde en St. Leonhard cuando iniciamos nuestro concierto formal. Concurrencia discreta, como en España. Algunos alemanes y varios emigrantes españoles. No sé quienes más. Una señora de La Horra pone el acento burgalés entre los últimos. Hace un frío tremendo y todos estamos deseando terminar. Especialmente las chicas que se quejan de su liviana indumentaria y echan de menos algo de mayor entidad para cubrirse.  Son las veinte horas cuando salimos de la ciudad. Llegaremos mañana a Burgos alrededor de la misma hora.

Veinticuatro horas de películas, sueños, paradas, canciones y risas. Hasta consigo afeitarme en una bien equipada área de servicio, ya en Francia; con brocha, jabón y cuchilla. Después del aseo, me pongo a la cola del autoservicio para tomar un cafelito caliente, croissant con mantequilla y listo. Burdeos es la más inmediata referencia en la continuación del viaje meta psicológica que se dice ahora que aún queda lejos y hay que seguir camino. Por fin pasamos la ciudad y es la una y cuarto cuando Luis nos acomoda en una excelente área de servicio para consumir, entre árboles y mesas de campo, las últimas existencias gastronómicas traídas de Burgos, ¡increíble semejante hazaña despensera! junto a algunas otras compradas el sábado en Nuremberg. En la tienda de Souvenirs dejo los últimos francos a cambio de una botellita de "Pineau des charentes" y una latita de paté que compro por consejo de Gabriel. La última parada será ya en las proximidades de Vitoria para tomar la última cerveza. Un estirón de piernas, el último resoplido y son las ocho menos cuarto cuando avistamos la catedral. Misión cumplida. Manolo “Figuras” nos trae a Mary y a mí hasta casa en su coche, amabilidad impagable a estas alturas de otoño, que le esperaba pacientemente aparcado en espera de nuestro regreso. Ya en casa, deshacemos maletas, merendamos sobriamente y nos acostamos para recuperar el incierto sueño del autobús. Mañana es día de escuela.

 

lunes, 17 de junio de 2024

UNA SAÑOSA PORFÍA


Andaba yo en mis tareas docentes, empeñado en conseguir que el colegio “Apóstol San Pablo”, —nacido para envejecer a corto plazo, ¿?, compartiendo docencia con mi compañero Juan José R. Villarroel, a la sazón director de prestigio en el mundo musical de las corales burgalesas. Sus muestras diarias de entusiasmo en torno a la Coral de Cámara “San Esteban”, que era su ensueño permanente, le llevaron a convertirme en coralista añadiéndome al grupo de los bajos, sin otro mérito que mi afición al canto. No era un buen momento porque la tarea docente que compartíamos consumía la mayor parte de mi tiempo. Mi condición de responsable en la buena marcha del nuevo colegio significaba una atención sin límite horario alguno, y añadir un nuevo compromiso cultural lo hacía más difícil todavía. Sin embargo, ganó su insistencia y me convirtió en un hombre feliz participando en ensayos y conciertos, en la más hermosa experiencia de coralista, siempre soñada y nunca realizada, hasta aquella feliz incorporación..  

Incluso me cupo el honor de vivir la primera de las grabaciones LP del grupo, de cuyo programa forma parte la que es expresión magnífica protagonizada por el solista José Ignacio M. Eraña. compañero también en el colegio, y voz entre voces magistrales, para interpretar “Una sañosa Porfía” composición genial del autor Juan del Encina en el siglo XVI.

Pasados casi cuarenta años de experiencia musical con el grupo, decidí disfrutar de su música desde la grada junto a los melómanos adictos y, ahora, me entretengo en divulgar las numerosas hazañas del colectivo con muestras video-grabadas de su bien hacer.

Nota. El Colegio Apóstol San Pablo, contra viento y marea, sigue lleno de prestigio y dispuesto a convertirse en cincuentenario (1975/2025) 

 

LACON CON GRELOS Y PULPO


 

Hemos llegado en tropel a la fortaleza de Montenegro, ávidos de historia, leyendas y emociones. En grupo tan heterogéneo como decidido inicia la visita que transcurre con el alma absorta y la cámara en ristre para añadir imágenes al inmenso acervo fotográfico que cada uno ha acopiado en esta histórica visita a la siempre idílica Galicia.

Entre todos los visitantes, hay un hidalgo castellano cuya dignidad caballeresca destaca entre el resto de los mortales integrantes del colectivo; un semblante cubierto por espesa y entrecana barba que realza bajo su mirada limpia; cabello recortado que enaltece sus orígenes feudales y una apostura medieval que completa su atractiva personalidad, componen la figura que va a ser objeto de tarascada protagonizada por las malévolas meigas.

Sin duda, la presencia de tan señaladas deidades del mal ha puesto su mirada en nuestro apuesto caballero. El grupo, entre diletante y absorto, se mueve diligente en torno al cicerone, que acaba de poner su saber y entender a la presencia de los ávidos viajeros. Nuestro héroe, sin embargo, sigue ensimismado contemplando tan belleza arquitectónica como se acumula a su alrededor e ignora cómo el grupo entra en el cobijo de un espacio cerrado y repleto de historia medieval.

«As meigas» aprovechan la oportunidad para atraer a nuestro héroe y apartarle con intenciones perversas. Llenan su mente de incertidumbres y misterio para convertirle en un alma perdida en la espesa vegetación de la profunda Galicia. Empujado sin dirección ajustada, camina el hombre, entre perplejo y atemorizado, hasta desembocar en una insólita calzada, desconocida e ignorada de planos y registros, en la que decide esperar su rescate.

Don Alonso Quijano, caballero de la triste figura y desfacedor de entuertos, está al quite y, una vez más, ésta desde ultratumba, descubre el entuerto provocado por las pérfidas magas. Consciente de la urgencia en devolver a su transida esposa y dama doña Teresa, decide intervenir poniendo al cabo a dos caballeros del volante: don Tristan de Ulloa y don Roldan de Lavandeira, herederos directos de las hazañas del buen don Quijote. La ruta, sometida a encantamiento, que no aparece ni en los mapas ni en registros controlados, es descubierta al fin, y hacia ella cabalgan veloces e impacientes a rescatar a nuestro amigo, tan solitario como perdido y perplejo. Allí está, junto a la señal perdida, a la espera de liberación que será el último agravio desbaratado por nuestro ilustre manchego.

La llegada al abrigo común es recibida con la algazara que releva entusiasmada a la incertidumbre, el desconcierto y la angustia provocada por un mal de ojo de las malvadas meigas; que nadie ha visto jamás pero, como confirma este singular relato, «haberlas haylas» … 
A mis muy queridos amigos
Antonio Barrio y
Teresa Hernández


Eduardo García
Burgos 5 de junio de 2016